Diane Keaton revoluciona el rodaje de 'And So It Goes' provocando a Michael Douglas para lograr química en pantalla

Diane Keaton revoluciona el rodaje de 'And So It Goes' provocando a Michael Douglas para lograr química en pantalla

Keaton y Douglas: Una pareja sorpresa que funcionó a base de chispa

Cuando Diane Keaton se reunió con Michael Douglas para rodar la comedia romántica And So It Goes, nadie imaginaba que detrás de las cámaras la clave de su innegable química fuera el sentido del humor directo de Keaton. La actriz, reconocida por su espontaneidad y estilo libre, admitió que usó tácticas poco convencionales para lograr una conexión real con Douglas durante las intensas semanas de rodaje.

Keaton no dudó en burlarse de la actitud distante del personaje de Douglas. En más de una ocasión, le lanzaba comentarios sarcásticos e incluso lo llamaba "un gran idiota" en pleno set, provocando risas y relajando la atmósfera. Este modo de interactuar no solo alimentaba la diversión en los descansos, sino que se traducía en una complicidad fácilmente perceptible en pantalla. Douglas, lejos de molestarse, respondía con buen humor, entrando en el juego y adaptando su interpretación a las travesuras de su compañera de reparto.

Esta dinámica entre ambos fue vista como el motor principal del filme. Sus personajes, Leah —una cantante de lounge en horas bajas— y Oren —un agente inmobiliario de carácter arisco—, pasan de ser desconocidos que apenas se toleran a formar un equipo enfrentando responsabilidades inesperadas, como el cuidado de la nieta del propio Oren. Los desencuentros y la evolución de su relación se ven potenciados por la energía poco convencional que Keaton aportó desde el primer día de filmación.

Más allá de la comedia: desafíos personales y temas universales

Más allá de la comedia: desafíos personales y temas universales

Rob Reiner, responsable de éxitos como The Bucket List, dirigió And So It Goes con la idea de dar protagonismo a personajes maduros en una etapa de la vida donde los cambios siguen sorprendiendo. Keaton tuvo que superar retos personales, como cantar en escenas clave, mostrando una vulnerabilidad que el guion exigía. La actriz confesó que crear una biografía propia para Leah fue vital para transmitir con sinceridad los altibajos emocionales, sobre todo en los momentos en los que debe actuar y cantar ante el público.

Douglas tampoco la tuvo fácil. Acostumbrado a papeles de control y seriedad, tuvo que abrirse a la improvisación de Keaton y dejarse llevar por su ritmo imprevisible. Las anécdotas del set reflejan cómo ambos encontraron un equilibrio entre el desafío y el respeto, dando vida a un vínculo creíble pese a lo previsibles que podían parecer los giros argumentales.

La película, aunque recibió críticas dispares —con expertos elogiando las actuaciones pero señalando la simpleza del guion—, sí consiguió conectar con una parte del público mayor. Temas como el envejecimiento, los vínculos generacionales y la capacidad de reinventarse resultaron cercanos y atractivos para quienes no siempre se ven reflejados en el cine. El público le dio una nota B+, reconociendo que, más allá de la trama, el magnetismo entre sus protagonistas sostenía la experiencia.

Lo curioso es que, mientras los espectadores disfrutaban de la aparente naturalidad en la pantalla, detrás estaba la estrategia juguetona e ingeniosa de una actriz que no teme romper rutinas para obtener lo que busca: emociones auténticas que traspasan la ficción y hacen que personajes y actores brillen juntos.

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