Magnitud 6.2: información clave sobre sismos de esa intensidad

Cuando hablamos de magnitud 6.2 nos referimos a magnitud 6.2, una medida de energía liberada por un terremoto según la escala de Richter. También conocida como sismo de 6.2, esta cifra indica una sacudida que puede producir daños moderados‑graves cerca del foco.

El sismo, movimiento repentino de la corteza terrestre se registra en la escala Richter, una escala logarítmica que cuantifica la amplitud de las ondas sísmicas. Cada punto en la escala equivale a diez veces la amplitud y a aproximadamente 31,6 veces la energía liberada, por lo que pasar de 5.2 a 6.2 implica una explosión casi 30 veces mayor.

El epicentro, el punto del terreno directamente sobre el foco del sismo determina qué zona siente la mayor intensidad. Una magnitud 6.2 con epicentro cerca de una ciudad grande puede provocar colapsos parciales de edificaciones de concreto, rotura de tuberías y deslizamientos en laderas. En cambio, si el epicentro está en zona rural, los daños estructurales tienden a ser menores, aunque las infraestructuras críticas (puentes, carreteras) pueden verse afectadas.

¿Qué implica una magnitud 6.2 en Chile?

En Chile, la alerta sísmica, el sistema de advertencia que emite avisos segundos antes de que lleguen las ondas más dañinas se activa automáticamente cuando la magnitud supera los 6.0. El proceso incluye la detección por sensores de alta frecuencia, el cálculo del epicentro y la difusión de mensajes a través de celulares, radio y TV. La alerta da a la población tiempo para buscar refugio bajo mesas o contra paredes, reduciendo el riesgo de lesiones graves.

Históricamente, Chile ha sufrido varios sismos de magnitud cercana a 6.2. Por ejemplo, el temblor de 2014 en Iquique dejó varios edificios dañados pero, gracias a la alerta sísmica y a la normativa antipañal, no se reportaron víctimas mortales. Estos casos demuestran que la combinación de una buena infraestructura y una respuesta rápida salva vidas.

Los impactos típicos de una magnitud 6.2 incluyen: grietas en muros de carga, caída de azulejos, daño a sistemas de agua y gas, y desplazamiento de suelos en áreas de alta vulnerabilidad. Los hospitales y escuelas, que siguen normas de diseño sísmico, suelen mantener su operatividad, aunque pueden requerir inspecciones posteriores.

Prepararse es esencial. Tener un kit de emergencia con agua, alimentos no perecibles, linterna, radio a pilas y primeros auxilios ayuda a pasar las primeras 24‑48 horas después del temblor. Además, practicar el “Drop, Cover, Hold on” (agacharse, cubrirse, agarrarse) con la familia convierte la reacción en hábito, lo que reduce el pánico.

El monitoreo permanente lo lleva a cabo el Servicio Sismológico Nacional (SSN) y la Oficina Nacional de Emergencia del Servicio Civil (ONEMI). Estos organismos publican datos en tiempo real, emiten boletines y coordinan la respuesta de bomberos, policías y equipos de rescate. Su labor permite actualizar mapas de riesgo y ajustar los códigos de construcción para futuras generaciones.

En resumen, una magnitud 6.2 es suficiente para generar daños visibles, pero no necesariamente catastróficos si la zona está preparada. La clave está en conocer el epicentro, confiar en la alerta sísmica y aplicar medidas de prevención. A continuación encontrarás una selección de artículos que profundizan cada uno de estos aspectos, desde análisis de casos recientes hasta guías prácticas para armar tu kit de emergencia.